LA CUADRA DEL AMO

El principio no fue en una mansión, sino en un rincón olvidado de la web. Todo empezó para mí, Valdemar, cuando me topé con un grupo cerrado de BDSM, un espacio virtual plagado de máscaras y nombres falsos. Allí, entre las sombras digitales, descubrí a un hombre que se hacía llamar Claus. Cataleya fue la primera que captó mi atención. Su perfil desprendía una mezcla de inocencia y desafío, como un cordero jugando a ser lobo. Claus la atrapó con facilidad, con un mensaje que parecía diseñado para resonar con sus anhelos más profundos. —"Eres diferente a las demás. Puedo verlo en cómo escribes", le dijo. Y ella creyó que lo decía en serio. Esa es la magia de las palabras. Desde el principio supe que Claus no era lo que parecía. Había algo en su forma de hablar, en la red que tejía alrededor de mujeres como Cataleya, que me resultaba inquietante. Cataleya no estaba sola. Compartía secretos y risas con una hermana de collar, Marina. Juntas exploraban el mundo que Claus les ofrecía, pero mientras Cataleya se rendía a sus encantos, Marina empezaba a sospechar