Un Dios sin rostro

El Dios sin rostro se percibe como una fuerza inmanente presente en todo lo existente, dotándolo de vida y movimiento. Es la causa interna que sustenta todas las cosas y las hace ser lo que son. De esta manera, todo en el universo se encuentra interconectado y en constante movimiento, como una danza que manifiesta la misma fuerza divina. Además, en esta concepción, no hay una separación clara entre lo divino y lo mundano, ya que todo forma parte de la misma realidad y la misma fuerza inmanente. Por lo tanto, se enfatiza la importancia de vivir en armonía con el mundo natural y con los demás seres humanos, ya que todos son parte de esta interconexión divina.