La niña del agua

Él le escribe una carta porque ella, estaba desaparecida: ¿Te fuiste para siempre? Somos uno de estos jardines que florecen bajo tierra, que crecen sin que nadie les vea, pero que llenan de fragancia los espacios internos de amores lejanos, cercanos. Somos seres de superficie nacidos para amarnos y no sabemos hasta que punto nos amamos, ni hasta como cesar de acariciar nuestras almas libres, paseantes por la mar. Porque solo nos tenemos por azar. Si, animales de superficie, transeúntes, de extraña naturaleza encerrados en laberintos. Dibujamos tréboles de cuatro hojas en las nubes de cada atardecer ¿y luego? luego se desdibujan en el éter de cada madrugada. Nos convertimos en prisioneros errantes y propietarios de unos pocos segundos cuando miramos la lluvia y oímos los soplos del viento. Propietarios de nuestras huellas de tierra al andar.  Tú y yo somos nacimos en septimania. Le dice el libro que nunca escribiste, ese que guardo en la estantería del cabezal de mi alma. El que abro cada día, antes de buscarte en la Red, ese que llevo tatuado en mi ser, el mismo que llevas tú en el movimiento de tu nalga.... Pero nunca la llegó a recibir.